lunes, 15 de octubre de 2007

Reflejos de un cielo decadente y apocalíptico

Ni los últimos tendrán ventaja, ni ser primero será una muerte segura. Los fallos vendrán y vendrán, sobreponiéndose los unos a los otros como si fueran un manto cálido. Los fallos tendrán responsables, y los responsables tendrán verdugos, para apaciguar a las masas y cortar los errores de raíz, que es como mejor se eliminan. Pero esto jamás será suficiente, pues nadie estará a salvo de nada ni de nadie, porqué lo temido no pertenece al plano externo sino al interno. Nadie será capaz de controlarse, y al no hacerlo saldrán los actos más egoístas que se puedan perpetrar, las imagenes serán crueles y únicas, y también las últimas.
Nuestros instintos depravarán el orden establecido en tantos años y siglos cuesta arriba, porque ya no necesitaremos orden, sino sobrevivir. Nos olvidaremos de lo importante que es el prójimo para nosotros, nos hace únicos. No. Ya no. En su lugar, dispondremos de un Universo en el que nosotros somos el centro de todo. Curiosa teoría para los antropocentristas, que deberían ver sujeta a revisión en casos como este, pues expuesta así, no existe el avance del intelectual humano, más bien, eso queda de lado. Donde uno ve supervivencia, otro contempla un cruel asesinato, lo que para uno será mero beneficio y un poco de ventaja, para otros será robar; no habrá cabida para el hedonismo y el placer, sin el sufrimiento de los "no-agraciados" . Solamente en las situaciones límite es dónde se ve el buen fondo, si es que alguna vez lo hubo. Será un mundo auto-destructivo, aunque él nunca lo supo, nunca le preguntamos. Fue testigo de todas las caídas posibles, y lo será de la nuestra, por nuestra culpa, él consiente.
Solo si me donaran el filo de una espada podría dividir mi camino en dos, pues un camino, no tiene una dirección solamente. Marcaría un trazo con el filo de la espada en el camino, así recordaría de dónde venía y a dónde iba, por sí alguna vez quisiera hacerlo de manera inversa. Lo marcaría también para recordar que una vez estuve allí, y a lo que me enfrentaba entonces. Lo marcaría para aprender y recordar, que si no tuve miedo a recorrerlo cuando lo dividí con la punta del acero, no debería tenerlo de nuevo contra otros caminos que vendrán. Vería a mi parte cruel, un reflejo absurdo de mí mismo que quiere sobrevivir para perpetrar el acto egoísta y a la vez justo de no morir, y ser juez y verdugo de uno mismo, pues solo es uno mismo quién se juzga mediante sus propios actos. Solo así se podría ajusticiar justamente. Siendo yo, y juzgandome a mí. No siendo ni yo, ni mi reflejo. Pues todos saben de mis imperfecciones, pero no erraré en obviar un reflejo, pues son traicioneros por no ser definidos mas que por haces de luz. Son traicioneros y nunca aguardan buenos augurios, nadie confía en ellos.

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